Por M. V. Roquet Baucells (Director Técnico de
Alltech España) e Ing. Agr. Henrique
Prado (Equipo de Ventas de Alltech España).
La contaminación de las raciones destinadas a
la alimentación animal por micotoxinas es hoy un problema a nivel mundial.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura - FAO se estima que el 25% de las cosechas están contaminadas por
micotoxinas (Jelinek, 1987).
A parte de los daños que provocan en las
propias cosechas, su presencia en las materias primas que conforman las dietas
provoca importantes pérdidas en términos de producción y salud animal. Además,
no debemos olvidar que algunas de estas micotoxinas pueden aparecer en la leche
de los animales que consumen alimentos contaminados. Tal es el caso de la
aflatoxina, un potente carcinogénico cuyos niveles máximos en leche están
regulados por la Unión Europea. Otras micotoxinas que pueden aparecer también en
la leche son la T-2, la ocratoxina (OT), la zearalenona (ZEA) y la vomitoxina
(DON) (Jouany, 2001), las cuales, a pesar de que no están reguladas por la
administración, pueden igualmente afectar a la salud humana. Por todo esto
podemos afirmar que nos encontramos ante uno de los mayores retos a los que se
tiene que enfrentar la industria.
Los síntomas de una micotoxicosis van a
depender de la micotoxina involucrada y también de su interacción con factores
de estrés. Vacas con alto nivel de estrés son más sensibles por su nivel de
inmunodepresión. La sintomatología suele ser bastante inespecífica: pérdida de
producción, bajada de consumo o alteraciones en la reproducción –de hecho, rara
vez observamos en campo cuadros patológicos que podamos identificar claramente
como consecuencia de una micotoxina–. Sin embargo, sí resulta frecuente
detectar pérdidas de producción o problemas patológicos que parecen no obedecer
a un origen o motivo concreto.
Cuando realizamos distintos análisis en la
búsqueda de posibles agentes causales, a menudo se nos revela la presencia de
una o más micotoxinas a dosis consideradas no tóxicas. ¿Es posible que esta
presencia de micotoxinas a dosis subclínicas pueda ser responsable o contribuir
a la aparición de problemas sanitarios y productivos en las explotaciones de
leche?
Las dietas modernas suelen ser bastante
complejas y estar basadas en la combinación de diferentes materias primas, por
lo que es improbable que un animal llegue a ingerir grandes cantidades de un
ingrediente contaminado durante un tiempo prolongado. Con todo, resulta más
factible la ingestión de pequeñas cantidades durante un largo periodo de
tiempo. El caso más frecuente es el caso de tener un silo de cosecha propia
contaminado. Por lo tanto, más que preocuparnos de los efectos clínicos de las
micotoxinas, quizás debamos hacerlo de sus efectos subclínicos y del grave
impacto económico que puedan representar.
Contaminación
de los alimentos por micotoxinas
Las micotoxinas son metabolitos secundarios
tóxicos producidos por hongos capaces de ocasionar efectos adversos en personas
o animales expuestos a ellas (Whitlow e Hagler, 2002). Para que haya micotoxinas
deberán estar presentes –o haber estado en algún momento– hongos productores de
las mismas. Los hongos son organismos multicelulares aeróbicos que se
desarrollan sobre sustratos que contienen materia orgánica, como las materias
primas para la alimentación animal (CAST, 2003).
La contaminación por hongos puede tener lugar
en todas las etapas de la cadena de producción del alimento: desde el campo
hasta su conservación y almacenamiento, aunque las condiciones para su
desarrollo suelen ser distintas. Los hongos se encuentran en el ambiente ya que
las esporas están presentes en el suelo y en los restos de los cultivos,
contaminando las plantas en crecimiento.
En campo, la presencia de hongos está
vinculada a condiciones de estrés del cultivo (sequía, inundaciones, calor o
frío excesivos) o bien a la presencia de plagas que favorecen su entrada en la
planta (taladro en el maíz). Las enfermedades de campo están caracterizadas por
el menor rendimiento del cultivo, una menor calidad y la contaminación por
micotoxinas. En un forraje no es frecuente la presencia del mismo hongo durante
su cultivo y después de ser ensilado. Sin embargo, las micotoxinas generadas
antes de la cosecha permanecen intactas después de los procesos de
conservación.
La presencia de hongos en un alimento puede
controlarse y eliminarse con cierta facilidad con tratamientos fungicidas, normalmente
basados en ácidos orgánicos. Con todo, las micotoxinas producidas son muy
estables y permanecen aún después de que el hongo es eliminado. Por lo que es
importante recordar que la no presencia de hongos o el tratamiento con
fungicidas en absoluto garantizan la no presencia de micotoxinas.
Modo
de acción de las micotoxinas
Las micotoxinas son moléculas con una
estructura variada capaces de afectar a distintos órganos del animal, por lo
que sus mecanismos de acción son amplios. A modo de resumen podemos decir que
actúan según 4 mecanismos distintos (Witlow e Hagler, 2002):
- Reducción de los nutrientes disponibles para el animal: Esto sucede en un proceso multifactorial. Primero, durante el crecimiento de los hongos se altera el contenido nutritivo del alimento. Los hongos consumen carbohidratos, así como vitaminas y aminoácidos de los alimentos. En segundo lugar, algunas micotoxinas hacen disminuir el consumo de alimentos. Un tercero efecto es sobre el sistema digestivo, bien provocando irritación, úlceras u otros procesos poco conocidos que van a comprometer el proceso de digestión y absorción de nutrientes. Danicke (2002) observó un menor ritmo de degradación de la paja en el rumen de moruecos que consumían trigo contaminado con DON y ZEA. Se ha comprobado que algunas micotoxinas producidas por hongos del género Penicillium tienen un marcado efecto antibiótico que tiene consecuencias graves sobre la flora microbiana del rumen y sobre la digestibilidad de la fibra. Por último, ciertas micotoxinas son capaces de inhibir la síntesis proteica, como es el caso de la T-2.
- Sistema endocrino y exocrino: Algunas micotoxinas tienen actividad hormonal. Tal es el caso de la ZEA, que es un análogo estructural de las hormonas sexuales femeninas. La presencia de esta micotoxina compromete principalmente la fertilidad.
- Inmunosupresión: Muchas micotoxinas son capaces de inhibir la replicación y el crecimiento de células, así como de proteínas, enzimas y otros productos. Uno de los sistemas orgánicos con mayor replicación celular y síntesis proteica en un individuo adulto es su sistema inmunitario. Se ha demostrado que varias micotoxinas ejercen un efecto muy negativo sobre la replicación de linfocitos y sobre la síntesis de inmunoglobulinas. Acosta e col. (2003) observaron cómo el recuento de células somáticas en la leche casi se triplicó al añadir vomitoxina a la dieta de vacas en principio de lactación.
- Defensa antioxidante. Estudios recientes (Surai e col., 2002) demuestran un efecto negativo de las micotoxinas sobre el sistema antioxidante del organismo.
Los perjuicios ocasionados por las
micotoxinas son difíciles de calcular pues sus efectos son subjetivos y de
difícil diagnóstico. Otros factores que dificultan un diagnóstico son el
limitado número de investigaciones, la aparición de diversas micotoxinas
simultáneamente, la asociación con otras enfermedades y la dificultad en el
muestreo y análisis.
Efectos
prácticos de las micotoxinas
Por lo general, suelen observarse uno o
varios de los siguientes síntomas:
- Mala producción (crecimiento, producción de leche, mal índice de conversión de alimentos, bajo porcentaje de grasa en leche).
- Mal aspecto de los animales.
- Alteraciones digestivas (diarreas, acidosis).
- Escaso consumo de alimentos.
- Problemas reproductivos (fertilidad, abortos).
- Infecciones mixtas y recidivantes (mastitis y metritis principalmente).
- Mayores
índices de mortalidad.